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SONIA DEL CORRO y SOFÍA SANTACLARA EN PARAISO



Envaso las fotografías con agua, en un intento de aportarles el matiz táctil, porque “las fotos no se tocan”. Es éste, un proceso puramente experimental, un juego con el que busco la plasticidad que les aporta el agua, me divierte lo maleables que las hace, al tiempo que persigo la tridimensionalidad de la fotografía, darles volumen, engordarlas, hacer pleno lo plano. Me interesa ver su deterioro, como se deconstruyen, como ese papel plástico y esas tintas con las que están impresas se degradan en el agua y en el tiempo. Goteros, caldos de cultivo, donde los organismos vivos que pueden existir en el líquido, interactúan con las fotos inertes, buscando ese contagio vital, esperando, ansiando, esa chispa que las haga reales, aunque posiblemente sean ellas y su química, quienes ganen la batalla y se lleven a su territorio la poca vida que en ese agua pudiese existir.

Sofía Santaclara












Durante mi infancia, una de las cosas que me gustaban eran los muñecos en forma de distintos animales que había a la puerta de las cafeterías, en los que se metían 5 pesetas y durante unos minutos se movían de arriba abajo. Siempre estaban muy frecuentados por los niños y esperar tu turno a veces era más largo que el tiempo que mis padres tardaban en tomarse su consumición, por lo que para mi fastidio, no me podía montar casi nunca en aquellos animales rodeados de decenas de niños que, al igual que yo querían subir. Hace poco tiempo, me encontré para mi sorpresa con un elefante blanco de aquellos que yo recordaba .Estaba debajo de un hórreo en un pueblo del centro de Asturias .No dudé en preguntar por su propietaria que para colmo, me lo regaló, así que lo cargué en mi camioneta y felizmente lo llevé para casa para que Mateo, mi hijo, se montase, ya que todavía funcionaba. Mateo, que en ese momento tenía 3 años, se subió y me dijo que aquello era un autentico aburrimiento, pues ni tenía luces, ni botones ni musiquilla. Nunca más volvió a montar. Sin embargo, yo lo conservé, pues sabía que tarde o temprano yo volvería a jugar con ese elefante. Ahora estoy trabajando en mi oficio, que es la carpintería, y para ello utilizo materiales reciclados y mi fuente de abastecimiento son los para mi admirables gitanos .El otro día estaba en un pequeño poblado de chabolas donde vive una familia que me consigue materiales y de repente veo un enorme montón de algo que me llama la atención. Me acerco y cuando me doy cuenta tengo delante de mí una montaña de cabezas, manos, piernas, cuerpos y demás complementos para fabricar muñecas de porcelana. No me lo podía creer. Yo, que descuartizaba muñecas, tenía a mis pies miles de piezas ya descuartizadas .Me dirijo al patriarca, un hermoso gitano de pelo largo blanco amarrado en una cola , vestido de traje militar de camuflaje y una camiseta roja con la cara del che . Le digo” Arturo,¿ que pides por esto?, y sin dudarlo ni un minuto me dice “100 leuros”.Y yo le digo que sí, por lo que una vez más me pongo a cargar mi camioneta .Durante el tiempo de carga él me acompaña, extrañado porque a mí me atrae aquel montón y mientras me cuenta cosas de su vida, además de trasmitirme información de su cultura .Como anécdota me cuenta, que para tener una buena erección hay que beber una copa de orujo, comer 7 nueces y beber otra copa de orujo, y que no hay pastilla que lo supere .A todo esto yo, recogía mi reciente compra con el entusiasmo de haber conseguido un tesoro. Esto me ha llevado a juntar parte de esos muñecos y mi gran elefante blanco para crear aquel recuerdo a la puerta de la cafetería, donde niñas y niños esperábamos a montar en aquella fabulosa atracción con un duro sudoroso en la mano..

sonia del corro / 2012


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